MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Año nuevo vida nueva - cancion

miércoles, 29 de diciembre de 2010

REMEMBRANZAS.


Foto de Internet

He venido cabalgando hace ya mucho tiempo en mi caballo alazán; he empezado a verle fatiga. Lo comprendo y con mis manos suavemente le acaricio la crin que toma la dirección del viento cuando galopa. Me agacho hasta sus orejas y le susurro palabras tiernas para darle ánimo y le digo:

Foto Gonzálo Obes.

aun nos falta para llegar al destino. Cómo sí entendiera, su cuerpo se ensancha y las fibras de los músculos bellamente delineados en la anatomía, toman vida y se lanza conmigo a recorrer caminos llenos de bellos paisajes enmarcados por sol, luna, estrellas y ríos que atravesamos como alma que lleva el diablo; nos quisiéramos detener por instantes para mirar atrás, pero no podemos, dejamos lo recorrido para el recuerdo. Ahora sólo nos queda adentrarnos en lo desconocido aunque ya imaginado.Nunca le he puesto nombre porque creo equivocarme al darle una denominación, lo guío con mi amor y de vez en cuando con un apretamiento de mis piernas en las ijadas que él acepta con resignación lo que me comunica con un relincho. De cuando en vez nos detenemos a escuchar aves canoras, el correr de las aguas incrustadas en los causes enmarcados de riveras llenas de vegetación con frondosos árboles que refrescan al caminante, que como nosotros, vamos al final de nuestro destino. Ese destino que está marcado desde la llegada cuando se nos da la palmada para que los pulmones se ensanchen al primer instante de vida. Vida, que hacemos venturosa con procederes limpios acunados de honestidad, bondad y alejados de orgullo y vanidad. Tronchamos el descanso que de mucho nos ha servido y empredemos de nuevo el sendero. Todo el tiempo que nos ha tomado llegar hasta éste punto y, nos parece que fue ayer. El tiempo pasa como una exhalación y los años juveniles en que no pensábamos que los cabellos se tornaban grises, las fuerzas se desminuyeran, la salud se empobrecería y las ilusiones se limitaran al afán de la existencia del día. Jamás imaginamos que algo así sucedería. Ese tiempo se perdió y ya no hay regreso. Mi caballo me mira con mirada tierna y comprensiva, ¿acaso él entiende lo qué ni yo mismo comprendí? le estampo un beso en la frente y le digo quedamente: ¡sólo tú me puedes comprender!





Hemos atravesado llanuras, bosque, alamedas, montes empinados, selvas y desiertos en nuestro largo recorrido, que con ayuda divina, se ha hecho de alguna manera franqueable sin dejar de ver que ha sido de lucha cruenta, pero, vencer y llegar hasta aquí, es el mayor triunfo. Lo que falta es poco, así lo entiende también mi jamelgo que disminuye su ímpetu y el resto del sendero lo hacemos al trote.


Un año lleno de optimismo y triunfo para todos.









miércoles, 22 de diciembre de 2010

INCULTURA DEL EGÍSMO.


Foto del atrio de la Iglesia 1950.
Cuando la muerte le dolía tanto a los duelos, como a las gentes que nada tenían que ver, porque antes el dolor era compartído, lo demuestra el hecho de que cuando se pasaba con un entierro por las calles, todo negocio público y con especialidad las cantinas, aunque éstas estuvieran atestadas de clientes, se cerraban las puertas mientras se pasaba con el cadáver; existía un respeto por el dolor de los demás, lo que se ha ido perdiendo con el correr del tiempo y con lo que ahora llaman modernidad

Entierro en Copacabana 1950.
y que debiera decirse, incultura del egoísmo.
Las campanas de la iglesia se echaban a duelo a eso de las tres de la tarde, llamando a la feligresía a que acompañaran al difunto, las gentes preguntaban quien había muerto; los que podían, llegaban hasta el atrio para hacerle calle de honor al que se había marchado. Campanas más sonoras y repique tan fúnebre, no creo que exista en todo Antioquia cómo las de Copacabana. En el templo siempre en éstos acontecimientos luctuosos, se apreciaba una figura rechoncha, camisa blanca y pantalón negro y gruesas gafas, que en forma reverente acompañaba al difunto con sus rezos y que al terminar la misa de muertos y cuando el sacerdote despedía sus restos en el atrio, emprendía el camino al cementerio que queda en un morro después de la fábrica IMUSA. Ahí seguía nuestro hombre, con caminar cansino, debido a su robustez, subida siempre empinada, le hacía caer algunas gotas de sudor, pero continuaba cómo sí él fuera el principal duelo. Terminado aquel último acto, volvía a su carpintería, oficio que ejercía desde muy temprana edad. Don Domingo, se había impuesto esta devoción sin faltar a ningún entierro en muchos años.
Ya nadie se conmueve con el dolor, es el YO, lo único que sale a flote.





miércoles, 15 de diciembre de 2010

EL VETERINARIO DEL PUEBLO.


Foto de Internet.
Donde principiaba la entrada al barrio la Azulita existía una casa grande, parada en pilares y su construcción en tapia. En la parte de abajo tenía su manga cercada, la que se llamaba, "la manga del padre", allí se echaba una que otra res de propiedad de la parroquia; en su alrededor había sembrados de: guayabos, búcaros, carboneros y otros arbustos que lindaban con una pequeña quebrada donde revoloteaban iguanas de buen tamaño. La casa estaba habitada por la familia Calad. Don Francisco, era en el pueblo el veterinario. Hombre de genio disparejo, de andar pausado y siempre con

Foto de Internet.
un rejo colgado en la mano derecha, el que usaba para maniatar a los animales cuando los vacunaba, para desgusanar, castrar, en fin, para las tareas correspondientes a su oficio. La esposa, doña Inés, le dio cinco hijos, digo cinco, cuando eran seis, pues uno de ellos, era paralítico, que jamás se levantó de la cama y no recuerdo su sexo. Los hijos mayores heredaron de su padre el amor por los animales, sobre todo chalanear las bestias, que aunque fueran escuálidas, tenían buen paso; las sacaban los domingos al pueblo y se creían los dueños del Sitio. Tomaban aguardiente de cantina en cantina buscando camorra pues eran bastante pendencieros. A don Francisco no le faltaba la ruana terciada al hombro y su sombrero puesto al estilo de Gardel, creo, no equivocarme, jamás le vi una sonrisa asomar a la cara; montado en su yegua se recorría campos y veredas para atender el llamado que le hacían en virtud de sus servicios. Es bueno anotar que a un costado

Foto de Internet.
de dicha casa, había una piececita dónde vivían dos hermanos, a él, le decían "Pacho Lira" seguramente porque era cazador de pájaros: turpiales, sinsontes, canarios y cuanta ave fuera de buen trino. Siempre se le veía con una jaula en las manos y, su hermana, era la que le arreglaba la ropa y le hacía el alimento, pero más adelante hablaremos de éstos personajes. Don Francisco Calad, será otro de los personajes que quedan en mí para siempre y se, que en el pueblo muy pocos lo recuerdan, se fue como se van los perfumes con el tiempo y la distancia.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

MAESTROS, NO PROFESORES.


Escuela de niños ya desaparecida.
Existía otros maestro tal vez, el de más edad, que solo ejercía su oficio en las aulas de los terceros de bachillerato, don Teodomiro, que era una mansa paloma; de vestido azul a rayas, chaleco y sombrero, el pantalón amarrado más arriba de la cintura, el mentón bastante pronunciado, que acariciaba con la mano izquierda de arriba a bajo constantemente. Mantenía debajo de su axila una cantidad de libros y prensa que leía con avidez, lo que hacía pensar que era un hombre bastante inteligente, su buen trato y su conversación lo comprobaban. Entre el grupo del profesorado teníamos a don Samuel, éste sí, que se pasaba de buena persona, tanto, que a su clase de inglés la llamábamos "la hora sabrosa" pues hacíamos lo que nos daba la gana y don Samuel nada que decía, pero la verdad que sabía del tema, lo que no tenía ni idea, fue de hacerse respetar y nosotros perdimos el tiempo miserablemente, que él y Dios nos perdonen.

Los dos hombres: don Jesús Tapias y don Rafael Gómez.
Existía en el colegio banda de "guerra" nombre éste que me pareció de mal gusto y violento, hasta que por fin le dieron el más indicado. Banda Marcial. Estaba dirigida por nuestro profesor de ciencias, don Luis Botero, él nos enseñaba himnos en las horas de la mañana y en la tarde después de terminar las horas en el aula; don Luis, era estricto con sus discípulos, pero le gustaba tener preferidos; el uniforme consistía en pantalón blanco, zapatos negros, chaqueta verde y roja, botones dorados y kepis con borla blanca que caía hasta la visera, si exagerar era un bello uniforme el que


Banda Marcial frente a la iglesia.
nos hacía sentir dueños del universo, porque las personas nos admiraban y las jovencitas se morían por los regios músicos que desfilaban por las calles limpias en estricto orden cuando estaban en una procesión, ya fuera la de los 15 de agosto, el día de la Virgen de la Asunción, a la llegada de algún Ministro Sagrado que visitaba la población, para las confirmaciones o cualquier acto sagrado que se presentara.
Pero en mi memoria con gratitud y admiración queda por toda una eternidad, la figura pequeña, la voz firme, así como su estampa, de don Rafael Gómez. Un maestro en todo el sentido de la palabra. Sin tapujos, componendas, ni nada que fuera de lo normal; nos daba español, aritmética, música y canto y dejo ésta última materia, porque a mí me encantaba y fuera de eso don Rafael era un buen cantante. Formaba coros a varias voces, cómo aquel Fray Martín y Fray Santiago, practicábamos muchas veces y por fin nos salía a las mil maravillas, quedaba nuestro maestro contento y nosotros felices. Don Rafael junto con don Jesús Tapias, son cómo institutores y como personas algo de nunca olvidar, no dieron años ganados a quienes no lo merecíamos, ni porque los padres del alumno fueran los más ricos, o porque la mamá estuviera en la asociación de padres de familia, ni por ningún motivo, que no fuera, el de ser un buen estudiante. Esos, sí fueron de verdad, MAESTROS.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

SE LE FUE LA MANO.


Instituto San Luis de Copacabana.
Terminar en la escuela Urbana de Varones, daba nostalgia por abandonar su construcción amplia, fresca, nuestros profesores, la piscina en la que disfrutamos como locos; todo lo que íbamos a dejar nos ponía nostálgicos, pero creo que había algo más que nos ponía nerviosos...era llegar a un lugar desconocido; un ambiente diferente, regentado por un cura y algo más. Los alumnos era casi unos hombres y nos podían pegar...porque así, nos lo hacían saber antes de llegar al año siguiente al Instituto San Luis, Alma Mater de Copacabana.

Don Jesús Molina rector de la escuela.
De rector cómo ya dijimos, estaba el cura coadjutor de la parroquia, padre Hincapié, hombre de disciplina y con una voz de mando, que ni un sargento del ejército. Alguna vez estando en formación en un pequeño patio y dónde estaba una estatua de la Virgen, uno de los alumnos de nombre César Mejía, que de por sí, era grosero y convencido de su guapura, le desobedeció y que fue aquello. El padre mandó a otro alumno a que le trajera de la rectoría un zurriago o "perrero" y dicho y hecho. Cómo sí estuviera poseído por el demonio, comenzó a darle golpes por todas partes sin

Corredor de la escuela Urbana de Varones.
importarle a donde iban a parar, gritando que se iba a condenar por irrespetuoso. Todos le perdimos el respeto, pero le cogimos miedo y del bueno. ¿Verdad su Señoría?.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

LOS CARBONEROS.


Antiguo palacio consistorial de Copacabana.
En las casas de Copacabana para hacer los alimentos en la cocinas se utilizaban tres elementos: el carbón de piedra, el carbón de leña, la leña y en los hogares de comodidad, la energía. Pues bien. Éstos elementos los distribuían de casa en casa unos personajes que, por el manejos de ellos, se mantenían negros y también por el poco aseo, ya que no eran los más amantes a la limpieza.
Por la calle que hace mucho tiempo bajaba del parque a la escuela Urbana de niños, donde el rector lo fue don Jesús Molina, casi a la mitad de la cuadra, en una pequeña pieza, tenía José Vásquez su carbonería, en la que estaba dispuesto a atender al público, pero, no con cortesía; era de carácter huraño, casi que vulgar, con tabaco en la boca, de la que salía un olor agrio, debido a que siempre se mantenía a media caña; quizá a su alcoholismo, a su soledad, se debía su grosería. Dormía en el mismo lugar y sucio como un cerdo; se comentaba en aquellas calendas, que después del agua del

bautizo no recibió una gota más. Decía que José Vásquez era el dueño de aquel negocio, creo que nadie de edad lo recuerda por su nombre, pero, al decir: "El Mosco", las cosas cambian y lo recuerdan de inmediato y lo podrán comparar con el Hades: Plutón, dios de los infiernos. Se recuerda que muchas personas manifestaban que practicaba la sodomía; en el año 1972 se encontraba recluido en el asilo de ancianos, con 80 años de edad y allí murió. Se llegó a decir que pertenecía a una familia honorable.
En el deposito de don Miguel Quiceno, que era un establecimiento de más envergadura, trabajaba el negro "Marquitos" el encargado de distribuir los pedidos, lo hacía en su carreta, pero se mantenía sucio y negro de carbón, con sombrero y paruma, lo mismo que con albarcas de cuero y suela de llanta, pero se comportaba con educación y respeto para con los clientes; en su oficio recorría todo el pueblo haciendo algunas paradas para coger fuerzas y continuar el camino hasta llegar al destino de entrega de las mercancías. Llegó la energía, los carros o volquetas y Marquitos desapareció o quedó sólo para el recuerdo.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

EL MAESTRO.


Padre Julían Sanín.
El padre Sanín trajo para la iglesia un extraordinario órgano de impecable sonido, el que fue manejado por músicos que lo supieran interpretar con maestría. Pasaron muchos años hasta que un día, el mismo cura, se apareció con uno que jamás las gentes de Copacabana podrán olvidar. Se trata de José Longas Isaza. Un hombre menudito, pero de unas manos prodigiosas que desplazaban por el teclado en forma

José Longas Isaza.
de caricias. El primer domingo, los feligreses se aterraron cuando del coro en el momento de la elevación, en vez de música sacra, un pasillo colombiano, llenaba las naves del templo y, muchos, se pusieron a llevar el compás con sus pies, otros decían que era un sacrilegio, que ese hombre era el demonio o un ateo, pero poco tiempo después, estaban felices con el nuevo corista, la iglesia estaba los domingos con más personas que antes, creo que el padre Sanín, se benefició con la contratación de éste artista.

Escaleras para subir al coro.
Se encontraba José Longas en el kiosco departiendo con unos amigos, cuando llegaron unos señores preguntando por él, al identificarse, le dijeron que ellos tenían una apuesta, que consistía, en que uno decía que tocaba un pasillo fiestero con el teclado del órgano tapado, a lo que don José, los condujo al coro y lo hizo con maestría y sin una sola equivocación. Los señores se marcharon con asombro.
El MAESTRO, así con mayúsculas, dejó en Copacabana honda huella, porque era hombre culto, bueno y sincero. La poesía otra expresión de su versatilidad, se conoció primero, por el hecho de que algunas solteronas, vivían acusándolo ante el padre Sanín, sobre todo, tres de una misma casa, a las que llamaban las "Taparas" y un día con sus tragos de aguardiente, se puso a escribir unos versos en contra de aquellas hijas de San Antonio, los versos los escribió en papel de envolver, que quedaron en mi poder, pero, para mi desfortuna, se desaparecieron; cuando el maestro se corría sus vidrios, lo hacía en vaso, tomando a sorbitos y cuando el licor lo ponía nostálgico, le gustaba la música de Alfredo Sadel, también la de Juan Arvizu; a Sadel, tiempo después, le daría uno de sus poemas convertido en canción.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

TANTAS COSAS QUE SE AMAN Y RECUERDAN.


Foto Roy Sevilla.
Antonio Díaz (Toño tacos), hizo siempre las delicias con su guitarra, la que manejaba magistralmente y la que en horas de nostalgia pulsaba en las piezas en las que instalaba la sastrería. Ese lugar se convertía también en escuela de solfeo, porque Toño, fue maestro de muchos jóvenes que querían aprender música. Se dice que músico que no toma, no sirve y nuestro hombre, no le podía faltar su traguito y se le veía caminar por las calles con más de uno entre pecho y espalda por las vías angostas de la población. Se asociaba con el viejo Trote y con él, se inspiraba en canciones de la patria. Fue siempre un enamorado de las hermosas mujeres del municipio, pero, murió solterón, llevándose consigo en silencio el gran amor de su vida.

Capilla del lugar donde se fundó Copacabana.
Muy cerca de donde se fundó a Copacabana, exactamente en el barrio el Chuzcal, se escuchaba el rítmico sonar de los martillos cuando hombres con brazos fuertes, los descargaban sobre el metal, hasta darle forma. Salían de aquellas fraguas: azadones, barras, tacizos, herraduras para las bestias y muchos implementos más, que ellos salían los domingos al mercado del pueblo buscando compradores y otros, que terminaban en la ciudad de Medellín a dónde iban aparar en almacenes de éste ramo. El repiquetear, se escuchaba a mucha distancia llevado por el viento que jamás abandonaba a Copacabana, ya que es de su propiedad. Ese tim tam, que nos hacía más llevadera la apacible vida. El señor Díaz (no recuerdo su nombre), que era su propietario, trabajaba con fortaleza y dedicación, que no recuerdo haber visto después de muchos años en ningún otro ser. Sus hijos lo acompañaban toda la semana con el mismo empeño, hasta que llegaba el domingo. Todos salían muy temprano para vender la mercancía en el mercado comunal a los campesinos de las veredas que llenaban la plaza, después se enrutaban para el templo parroquial a oír la Santa Misa. Ya antes del nueve de abril de 1948, los ánimos políticos estaban caldeados y los copacabanitas se dejaban llevar por sus jefes: Laureano Gómez y Mariano Ospina Pérez, porque cómo se ha dicho, el Sitio, eran un fortín Conservador. El señor Díaz, después de salir de la iglesia, se componía el carriel y el sombrero (no usaba zapatos) y se dirigía a las cantinas que daban al costado norte y...dele al aguardiente hasta que se adentraba la tarde y borracho cómo una cuba, empezaba a buscar camorra dentro de los contertulios; había días, que encontraba contrincante; se escuchaban botellas que se quebraban, taburetes que salían por el aire y una que otra vez iba a parar a la cárcel; como era rechoncho y muy grueso, daba lidia controlarlo. No dejaba de decir en medio de la fuma: "que viva el gran bloque azul", refiriéndose al partido Conservador y, preguntaba dónde estaban los manzanillos hijos de perra, mata curas y demás expresiones que se escuchaban por aquellos tiempos y que ya muchos escritores han narrado en cuentos y novelas.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Y SIGUIENDO CON LOS CARROS DE ESCALERA.


Foto de Internet.
Por la carretera se veía deslizarce varias veces al día un automovil de modelo muy antiguo, tal vez, de la década de los años veinte, de color azul y con biseles plateados, con capota de lona, al que todos llamábamos la "Chiva de Juan Bobo". En los días viernes, sábados y domingos, las personas encopetadas se movilizaban en la "chiva" de Juan Gómez, para no tener que viajar con tanta "revoltura" y en esas bancas tan duras, cómo decían; se cobraba un poco más, pero se iba rápido y cómodo.

Foto de Internet.
Los carros de escalera tenían unos "fogoneros o ayudantes" que eran los encargados de cobrar el pasaje, montar y descargar bultos, cajas, animales y otros enseres que los usuarios por necesidad debían transportar. Se situaban en la última banca al lado derecho y, de allí, cómo un mico, se desplazaba por la carrocería de banca en banca exigiendo el pago, con un: Oiga usted el de la izquierda, no se me haga el bobo y...déme menudita"; jamás conocí uno bueno y que no fuera grosero e irrespetuoso. Estos son algunos de ellos: "Vapor", Caballito, Pata de Lana, Ñaño, Pate Voleo, Chepo y Pata de Pinche; juntos dañaban un baile de gorilas. Los ancianos les tenían pánico, pues de ellos abusaban de todas las formas posibles; los animales les corrían cómo el diablo a la cruz, ya que si lograban caer en sus manos, sufrían toda clase de atropeyos, cómo aquel de amarrárles un tarro a la cola y haciendo estallar una papeleta, lo soltaban y el pobre animal salía a la estampida como loco con el corazón en la "mano"; gatos que cogían a piedra hasta matarlos, señoras que eran irrespetadas y a señoritas que les alzaban la bata para verles los calzones, en mi vida no he visto chuzma más peligrosa que los fogoneros de Copacabana. Cuando una persona hacía sonar el timbre, que no era otra cosa que un timbre de bicicleta que estaba cerca del conductor y de una pita que recorría todas las bancas hasta la última y que el pasajero halaba para anunciar que en aquella cuadra se bajaba, el fogonero lo instigaba para que se tirara ligero y la pobre persona se veía en calzas prietas para poner los pies en el suelo y todavía el carro sin parar, el bendito ayudante gritaba bien cómodo en su puesto: "¡Ya cayó...dále!". Con el tiempo y debido a su comportamiento, muchos de aquellos individuos llegarían a ser los conductores de los multicolores vehículos que hoy recorren por la ruta de mis recuerdos, con sus pitos, que desde lejos reconocíamos.

miércoles, 27 de octubre de 2010

LOS CARROS DE ESCALERA.


Foto JCGGOMEZ50.
En frente de la cantina de la "Pizca" y junto al frondoso palo de mango, se parqueaban los vehículos de transporte masivo, los hermosos carros de "escalera". Eran de colores vistosos pero muy bien distribuidos, con figuras geométricas: rombos, cuadrados, rectángulos, circunferencias, líneas paralelas y todo se mantenía en completo aseo. En la parte trasera del carro se encontraban pinturas de paisajes y en la parte que ocupaba el conductor, los cuadritos iluminados de la Virgen del Carmen en un lado y en el otro el de San José, u otro cualquiera del santoral. Existían carros de marca: Chevrolet, Internacional, Ford y Fargo, los que pertenecían al transporte "Montecristo" o la "Esmeralda", de quien eran socios: Los Gaviria, los Toro y los Mesa; salían para Medellín cada hora u hora y media. Eran de ocho o siete bancas. En la delantera existía un puesto que quedaba a mano izquierda del conductor y otros dos del lado contrario, en las subsiguientes se acomodaban de a ocho personas que incómodamente llegaban a su destino en pleno "Guayaquil", en la Alhambra con Maturín, en plena zona de candela.



Los primeros carros de Copacabana.
Los conductores de los carros de escalera, no siempre brillaron por su delicadeza, ni cortesía. Recuerdo algunos de ellos: Luis, Pedro Nel y Juan Mesa; Luis y Pablo Toro; los Gaviria: Alfonso, Alberto, Eduardo (el viejo), Jaime, Gabriel, "pico de oro", éstos eran toda una dinastía de conductores; pero el personaje que más impresión queda de aquellos tiempos es Luis Eduardo Hernández, el ciego. Antes de salir para Mede-

Carro de escalera del ciego.
llín, cogía una varilla de hierro la que introducía por la parte frontal del coche, a la que con todas sus fuerzas hacía girar para hacer arrancar el motor, esto los hacía una y otra vez hasta que diera explosión, pero, entre manivelazo y manivelazo iba su correspondiente hijueputazo, mentadas de madre y..."Que malparido carro este"; tenía un genio de los mil demonios y aquel sobre nombre le asentaba muy bien, pues hacía grandes esfuerzos para lograr ver por dónde conducía, lo que hizo hasta muy entrados años, sin que se recuerde un accidente de gravedad.

miércoles, 20 de octubre de 2010

MI SENTIR.



Campesinos armando una silleta.
Llevar con decoro y sinceridad nuestras vivencias a tantas personas que por cualquier motivo posan sus ojos en nuestro Blog, es algo que motiva. Uno quisiera que lo que plasmamos en los escritos sea un motivo agradable para aquellos amigos y amigas, que aunque no conocemos, sentimos que se incrustan en nuestro ser, tal cómo lo hace la brisa, nos acaricia y se va, pero deja inundado el corazón de gratitud..
Esas letras que van formando párrafos y éstos que se convierten en la declaración de los sentimientos de una persona que desahoga desde su interior, todo aquello que inunda el alma: amor, fraternidad, justicia, desamparo, poesía, reproches, soledades y tantas más expresiones ligadas al diario vivir de cada uno de los mortales, es lo que vamos insertando es estos tabloides de la cibernética que recorren el mundo. No sabemos con certeza a que hogar llegamos; sí interrumpimos una declaración de amor o acaso, reconfortamos a quien en esos momentos se encuentra desamparada y triste; sí con nuestra narración, le hacemos brotar una lágrima a quien comparte con nosotros la añoranza del ayer. Pero, habrá para quienes lo leído en nuestra página, será absurdo y de poco valor, para unos y para los otros, existirá nuestra comprensión, porque la mente es infinitamente amplia para dar cabida a los más dispares gustos y eso es, lo que le da sabor a la existencia, sí no fuera así, la monotonía nos llevaría a aceptar el suicidio cómo la única salida de un mundo degradante y enfermizo.
Cada vez que me siento ante el teclado a desempolvar con amor algo que está colocado en el anaquel de las añoranzas, que el Creador, en su bondad, me ha brindado, el cuerpo se incita. Siento un algo de temor pues creo que algún comentario puede llegar a herir gustos y creencias ajenas y que en vez de ser un mensajero de convivencia, llegue a convertirme en un embajador de malos augurios.
Mi corazón se hace pequeño para albergar los agradecimientos a tantas personas bondadosas en América, Europa y otros países de la basta geografía orbital, que se dignan clavar sus miradas en unos escritos alejados de la intelectualidad, pero llenos hasta el desborde de sinceridad, sin hacerlos inflamar de palabras rebuscadas para justificar el engaño. Son unos RECUERDOS bellos que se implantaron en mí, con permiso o sin el, los que la gratitud, me dice con ternura, no se pueden dejar tirados en el basurero del olvido.
Gracias.

miércoles, 13 de octubre de 2010

TODO SE QUEDÓ AQUÍ...


Foto de Internet
La calle más visitada en aquellos tiempos lo era la del comercio, seguro su nombre se debe a que allí estaba la mayoría de los almacenes, como aquellos de los señores Hernández, don José Zapata, los Correas y el más hermoso y bien surtido que quedaba llegando a cuatro esquinas, atendido por las personas más gentiles que en mi vida he conocido. Tres hermanas que a cual de todas tenía mejor genio para atender el público; no conocían la pereza para bajar de la estantería cualquier producto. El almacén del "Niño", era toda una casa de juguetes: carritos de madera y de lata, loterías, bolas, parqués, domino, estrella china, pelotas, trompos, máscaras, cuadernos y todo lo que un niño podía pedir; esa afición por lo que tuviera que ver con la niñez es rara en personas que no se hicieron leer la epístola de San Juan, señoritas que, no eran feas y más bien de buen tipo, que a cualquiera de los hombres habrían hecho feliz.

Foto de Internet
En las cantinas del marco de la plaza, en la Pedrera, cuatro esquinas o en la de "Tito", hacía su aparición con su caja de embolar, bailando y silbando: "Pajarillo". A todo el mundo saludaba, ofrecía sus servicios y sí no era aceptado, entonces pedía una moneda para comer y bailaba al son de la música que en ese momento sonara en el piano -rocola-, para pagar la dádiva que había recibido. Vaya que era bueno al bailar, lo hacía con gracia y donaire. Creo que su sobrenombre se debiera a un disco que fue de moda: "Pajarillo, pajarillo, que vuelas por el mundo entero, llévale ésta carta a mi adorada y díle que por ella muero". Este hombre de cara redonda y brillante, fue siempre el que más gustó de los circos, él ayudaba al montaje, a la limpieza interior y al desmonte y carga cuándo se marchaban; en uno de esos ajetreos, "Pajarillo", el sonriente y misterioso personaje, desapareció para siempre del poblado y con él, nuestras miradas los días domingo en que desfilaba de cantina en cantina con sus bailes tropicales que nos gustaban tanto.

miércoles, 6 de octubre de 2010

REENCUENTRO.


Foto de Internet
Oh conciencia humana despierta
de tan letargada noche,
la verdad está tocando tu puerta,
escucha su voz sin reproches,
sal desnudo a su encuentro
cómo un amante en la yerba
provisto a un combate cruento
de un sexo que se enerva.
Házle reverencia a su llegada,
que te posea mansamente
triunfante cómo en un cuento de hadas
y la noche sea día resplandeciente.
que queden tus manos atadas
cómo pétalos a la flor
y cómo cosmos al sol ardiente.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

LOS MALOS MOMENTOS.


Foto de Internet
A un bobo grandote que todos llamábamos "Bastago" y, a quien los fogoneros -ayudantes de carros- no dejaban nunca en paz, lo sacaron de la vida "Sitieña", ellos mismos. Un domingo lo encaramaron sobre los lomos de un jumento, al que golpearon en las ancas, el animal encabritado, salió dando coces y saltos hasta que nuestro hombre dio contra el suelo, para levantarse a la Diestra de Dios Padre.

Copacabana 1970.
En la misma acera de la iglesia y después del hotel de "Pachita", en un pequeño cuarto, tenía don Belisario Toro su relojería y joyería, que atendía desde tempranas horas. Que ejemplar más hermoso era aquel distinguido señor; blanco, grueso. Con su vestido de pies a cabeza impecable, casi siempre de color negro. Sus gafas, las cargaderas, toda su vestimenta en completo orden. Jamás se le conoció otro vicio que el del trabajo y la honradez. Una de esas madrugadas y después de salir de misa de cinco que oficiaba el padre Duque, le salió al paso el negro "Pinocho" y golpeándole con algo contundente, lo tiró al suelo, dejándole inconsciente lo que aprovechó para robarle muchas alhajas que tenía en su negocio.



Foto de Internet.



Don Belisario Toro.
No se sabe sí la pena moral que aquello le causó, o sí, los golpes mellaron su salud, pero el caso fue, que don Belisario no salía ni a la puerta de su casa y poco a poco se fue alejando del mundo de los vivos, para sumir a su familia en profundo desconsuelo. Había llegado a Copacabana en esa mañana el primer acto delictuoso que ensombreció la tranquilidad del "Sitio de la Tasajera", que dejó a "Pinocho", cómo un hombre de alta peligrosidad.


miércoles, 22 de septiembre de 2010

LINDOS PERSONAJES.


Por la calle que conducía de la iglesia a la capilla de San Francisco, se hallaba el asilo de ancianos, en la acera del lado derecho y que se reconocía desde lejos, porque en el zaguán montadito sobre un taburete de cuero se encontraba San Roque, mostrando a los pasantes una de sus llagas, que conmovían a depositar las limosnas en un cajoncito que vigilaba el perrito en forma fiel y desinteresada (el perrito también de yeso).

Recuerdo así muy vagamente a la señora que lo atendía. Creo que nunca se sonrió, era de aspecto severo, siempre de luto y con su pañolón, que hacía digno marco a su personalidad. En aquella casa estaban: "José Gondo", Susanita a quienes todos querían en el pueblo. Susanita era una viejita pequeñita a la que no le faltaba nunca su pañoleta en la cabeza, el Rosario y un delantal con grandes bolsillos en dónde echaba todo lo que las personas le regalaban, siempre estaba dispuesta a hacer cuanto mandado de decían sin reproches se le veía caminar por todas las calles y siempre con
Susanita
"bendito sea Dios" o con: "tan linda la niña", o con aquella otra frase que desapareció de la boca y que tan bueno sonaba en los oídos:¡Qué Dios se lo pague!
Josecito (José Gondo), se mantenía con su pantalón de dril limpio, lo mismo que su camisa, aunque el pantalón era mucho más grande, al que retenía adherido a su cuerpo con un cordel. Siempre llevaba un palo que le servía de báculo, pues una de sus piernas era más corta que la otra y con las mangas de los pantalones arremangadas a la mitad de la pierna; siempre que uno se lo encontraba exclamaba: "está gondito", lo que hacía tocándole a uno el estómago, era otro que se le encontraba en todos los puntos más apartados de la población y así en sus caminatas le salió la "pelona". Estaban un día los novillos que traían para el matadero desperdigados y uno de ellos se había tomado por su cuenta el parque. El "bruto" se encaramó al atrio en el preciso momento en que Josecito entraba a la iglesia por la puerta principal, en su precipitada carrera el astado sin pensar dos veces, lo tiró con fuerza sobre el piso y de aquel golpe, nuestro querido personaje, no se levantó más.