MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 27 de junio de 2012

LOS JUGUETES BARATOS

Panorámica del pueblo.

"El hombre sabio, incluso cuando calla, dice más que el necio cuando habla" (Thomas Fuller).

El tiempo no se perdía en aquello de juguetes infantiles. Muchos venían desde los antepasados, otros, los craneaban en sus cerebros habidos de aventuras. Todo era aprobechable cuando de divertirse se trataba. De las hojas de las palmeras, cuando ya cansadas, caían al suelo en estruendoso golpe, eran recogidas al instante. Se recortaba, dejando sólo la parte ancha que era una canoa; se le untaba cebo por debajo para que le ayudara a ser más rápida; luego, todos se encaminaban a las mangas del cementerio y allí en las bajadas, se apostaba al que llegara primero a la parte de abajo. Al tomar velocidad, muchos se caían dando volteretas que sacaban risas y el llanto de quien en los tumbos, rasgaba la camisa con voladura de botones; descocida de pantalones y alguna no despreciable raspada de codos y rodillas. Ese deleite de la velocidad y del airecillo puro que golpeaba la cara, no se pueden olvidar nunca.


Se salía a pequeños bosques a buscar arbustos de higuerilla. El tallo de la hoja era cilíndrico. Lo  cortaban por ambos lados. Se llegaba a la casa; del jabón que la madre usaba para el lavado de la ropa, tomaban un buen pedazo que iba a parar a una olla con agua, en donde de tanto agitarlo, la espuma era abundante, pasaba luego, a un frasco de boca ancha; se introducía el tallo para al soplarlo suavemente salieran hermosas bombas con el colorido del arco iris que se lanzaban al viento, éste, se encargaba de llevarlas más allá de la mirada. Daba angustia, cuando se reventaban sin cumplir el cometido.
La Santa Cruz que guarda al pueblo.


En ciertas partes de la población y no muy lejos, a orillas de las quebradas, encontrábamos matas de bambú. Las más derechas eran cortadas y de los canutos hacíamos algo así cómo una jeringa. Por una parte se dejaba hueca, por el otro lado, se la hacía un orificio. De un palo liso y recto en una de las puntas, adheríamos pedazos de trapo de alguna prenda vieja quedando el émbolo listo para succionar el agua que arrojábamos a los compañeros, la mejor de las veces; pero, también nos granjeamos más de un problema, cuando irrespetuosamente, lazábamos el chorro a los transeúntes desde un matorral en que nos escondíamos o a los pasajeros del carro de escalera, quienes nos gritaban palabras terminadas en utas…  

miércoles, 20 de junio de 2012

CON EL PASAR DE LOS AÑOS.

Los Niños, Foto de Monografía de Copacabana.

"Casarse por segunda vez es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia" (Samuel Jhonson).

Los días se van juntando para formar años y éstos cuartean lo que encuentran a su paso. Del tiempo ido sólo migajas se acumulan en el recuerdo de una memoria a veces engañosa, con la que se lucha, para no dejar entrar el olvido; sensación que destruye y mata lentamente las vivencias del ayer lleno de estampas de felicidad: paisajes, amores, amistades, obras materiales; maestros que enseñaron las primeras letras, rectitud, modales. Se batalla con ahínco durante horas enteras, para recobrar el pasado que nos llenó de encanto y poderlo depositar a los que son nuestra prolongación, para volverlo historia oral.
Ivan Córdoba, gran amigo ya ido.

Copacabana, terruño que nos acunó desde niños por sus tierras añejas de historia, de paz conventual, de suave brisa, de patriarcas de pie descalzo, de matronas de pañolón, que arrullaban a sus hijos de rosario en mano; esa de grandes caserones y puerta 'falsa' por donde hacían su entrada los equinos y las vacas de ubres repletas de leche, donde en las varas del gallinero, cantaba el gallo orgulloso al despuntar el día; la misma, en que las campanas de la torre del templo, le decían a sus gentes que era hora de emprender la jornada del trabajo honesto o llaman a los feligreses con repiques tristes al acompañamiento de alguien que se había despedido del mundo. Esa, hoy, ya no es la misma. Se llenó de 'progreso'. Ya nadie recuerda a los hombres que lucharon con ardentía por hacer cultura, por los que en el deporte, dejaron la última gota de sudor, ni de los que crearon de la nada una casa radiofónica. Las casas, esas, en que vivía la hidalguía, se fueron al suelo, llevándose el último vestigio de lo que fuera una ciudad colonial. Ya nada queda en pie. Las arboledas de los solares caseros, los balcones antiguos, la hermosa escuela, la emisora, yacen bajo tierra; sólo se escuchan las campanas desplegadas al aire invitando al entierro de un tiempo que se fue.

miércoles, 13 de junio de 2012

LO PRINCIPAL DE UN PUEBLO.

"El amor no es mirarse el uno al otro, sino mirar los dos en la misma dirección" (Antoine de Saint)

Cuando se asentaban las raices de un nuevo pueblo por estas breñas de Antioquia, alejada y perdida entre montañas, los colonizadores, buscaban las corrientes de un río, buenos afluentes de quebradas limpias en donde estaban seguros, encontrarían el oro, motivo primordial de su expedición. Tierras ricas en sembradíos y empezaban el asentamiento construyendo en un espacio amplio lo que sería la plaza principal. Allí, iba brotando la capilla, la choza para el cabildo o ayuntamiento, lugar donde se iniciaba las primeras normas. En línea recta a la iglesia, se construían las casas de los señores principales o sea, los de mayor rango entre la colonización. Es por eso, que dicho lugar, era y seguirá siendo, el sitio de privilegio de cada poblado; toda actividad se mueve desde allí.
Fontana. Foto Monografía de Copacabana.

Con el correr del tiempo, aparecen: las cantinas, las boticas, con ellas, los médicos; los almacenes, el teatro; el mercado dominical con sus toldos y ventorrilllos de vituallas; los políticos e historiadores llenan de bustos con personajes fallecidos, algunos sin merecimiento; se siembran arbustos y palmeras como decoración y solaz para quienes ya mayores encuentran en el lugar el punto de descanso. En el centro, no puede faltar la fontana  o 'pila', como es llamada por éstos lares, repleto de aguas que sale a borbotones por los picos de de patos o cisnes, conque es decorada; los chorros de aguas cristalinas, cuando el aire de la montaña, hace su aparición, son lanzados en briznas sobre los transeúntes que la reciben como una bendición en horas de calor. Muy junto, no puede faltar el monumento a las madres. Una hermosa mujer con su hijo en los brazos, de mirada abnegada, solícita y amorosa, pintado siempre de blanco, como símbolo de pureza y allí, pegadito a la progenitora de la vida, el libertador, el héroe de la patria; de mirada férrea y altiva; espada desnuda con la que luchó por la libertad, según nos cuentan los libros de historia patria que nos hacían leer desde primero de escuela y en la que muchos dormíamos plácidamente, mientras el profesor se desgañitaba contando hazañas y nosotros soñabamos con el partido de fútbol o con el juego de trompos, unos, otros, estaban a la espera que sonara la campana para ir a casa a tomar chocolate con quesito y arepa caliente.

En el parque principal se desarrollaron nuestras actividades juveniles. Se tomó de la mano la primera novia, bebimos la primera copa de licor; vimos pasar el primer muerto y hemos observado, cómo se destruye el pasado.

miércoles, 6 de junio de 2012

LOS POLICÍAS EN EL RECUERDO.

La palma y parte de parque. Foto Monografía de Copacabana.

"El amor abre paréntesis, el matrimonio lo cierra" (Víctor Hugo)

Haciendo acopio de recuerdos en una memoria fatigada, se hacen presente hechos vividos en la maravillosa época de niños. Díscolos sí, pero temerosos de la autoridad paterna y de las normas establecidas en el hogar.

El sol se iba internando por el occidente detrás de la verde montaña; después de haber engullido con avidez la comida, se salía en veloz carrera a la calle buscando en el marco de la plaza a los amiguitos, para dar rienda suelta a los juegos sencillos y apasionantes de otrora: chucha, pelota envenenada, escondidijos, el coclí, trompos con sus miletes, las bolas, esconde la correa, botellón; el mataculín, los columpios, partidos de fútbol con pelota de caucho y tantos más...No eran peligrosos, pero perturbadores a la tranquilidad del mullido pueblo y sobre todo, a los habitantes del marco principal ocupado por personas de edad, que era quienes salían a las puertas, unas veces a regañar y otras más violentas, cómo aquella de lanzar agua; la peor fue siempre de llamar la policía.
Los Alberto, locutores de Radio Copacabana. Foto Monografía de Copacabana.

Dos hermanos de apellido Córdoba, estaban enrolados en el cuerpo de la autoridad policial. Uno de ellos, era de carácter suave, casi que bondadoso; utilizaba la persuasión antes que la violencia, no así Marcos, su hermano; a quien todos llamaban 'Marcos el caratejo' por su problema en la piel. Éste, era altivo y por momentos agresivo; al llamado de alguna solterona, corría detrás de los párvulos, quienes la sola presencia, los llenaba de pavor; al verlo venir con su figura rechoncha y las manchas blancas en la cara y extremidades superiores, desaparecían como por encanto. El lugar y sus calles, regresaban a la soledad habitual.