MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 18 de febrero de 2015

AVENTURAS DESCOLORIDAS


Inaguración de la estación del ferrocarril en Copacabana

El pueblo antioqueño de antes, tenía por tradición ancestral, aquello de trashumar; se dice, que algo de eso, es por la sangre judía que corre por nuestras venas. Sea cierto o no, no podía faltar en los hogares, el hijo que emprendía desde muy joven la migración por lugares inhóspitos, buscando en donde encontrar el lugar que le ayudara a cambiar el nivel de vida, no sólo para él, sino el de toda la familia. El antioqueño es amante del dinero y por él va hasta el fin del mundo. Ese comportamiento, hizo que casi medio país, fuera colonizado a golpe de hacha por unas manos callosas y una mente aventurera. Muy pocos fallaron en el intento y se convirtieron en fundadores de pueblos, dejando regado por el territorio patrio la estirpe, con sus costumbres solariegas.
Un buen día, picó el bicho de trotamundos. Despedida y abrazos con lágrimas de los padres. Iría sí, a conocer las hermosas tierras del Valle del Cauca. El tío que había emigrado desde los 9 años, sin ver nunca más a la familia, le brindó albergue. Él, vivía del rebusque vendiendo cacharros de toda índole: correas, sedas, zapatos de dama, botones y paños ordinarios, que hacía pasar por corte inglés, con cierto truco; al día siguiente estaban tío y sobrino recorriendo las calles para ganarse el sustento. Disfrutaba de lo que hacía y jamás soñó, ser vendedor de puerta a puerta.

Tarde y aún ni un café
La juventud era una carta de presentación, que aprovechaba para granjearse la admiración de quien le abriera la puerta y la satisfacción del pariente, que se veía en él en sus años mozos, cuando con la labia llenó los bolsillos de dinero y que derrochó en las banalidades efímeras de la vida. Cada mañana salía al rebusque con los cachivaches, después de algún tiempo, se le agrandaba la nostalgia por el hogar; se dio cuenta, que no había nacido para aventurero y que el mayor tesoro que salió a buscar, se encontraba en su cobijo al lado de los padres y su perro, refugio grato de penas y alegrías. 
    


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