MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 8 de abril de 2015

LAS 7 PALABRAS


Parte de la iglesia de Copacabana

Aquellos inmejorables años vividos en el bello poblado, no se pueden olvidar fácilmente; fueron un romance entre cordilleras, aves, frutas, campesinos, bellos amaneceres, aguas cantarinas, mujeres hermosas que despertaron ingenuos amores y amistades que se prolongaron en el tiempo. Todo ese cúmulo de añoranzas, permanecen vivas, dando la impresión, de que fue ayer y no haber transcurrido ya hace tanto tiempo, cómo lo demuestran las arrugas y una cabeza plateada por las canas, símbolo del trajinar por las dehesas de la subsistencia, montado sobre el brioso corcel del agitado mundo, que a pesar de lanzar patadas y retumbos, no logró lanzarme al vacío de la desesperanza.
El padre Sanín, cura que duró mucho tiempo tutelando de párroco, las almas del conglomerado del Sitio de la Tasajera (Copacabana); hacía de la Semana Santa un bello acontecimiento, por la suntuosidad puesta con fervor, ante el magno evento histórico del recorrido de Jesús hecho hombre. Era costumbre centenaria para aquella calenda, el que toda la población, comprara ropa nueva para estrenar en los días jueves y viernes santos; jovencitas se ponían tacones y ‘piernipeludos’ (jóvenes), alargaban los pantalones. En el rostro de todos se notaba, qué vivían la pasión de los actos, hoy vuelta “parranda santa”.


Procesión en Copacabana con el padre Sanín

El recuerdo más impactante, lo era, el viernes Santo. Se traía un orador sagrado de altos quilates, que desde el púlpito estremecía al conglomerado al ir disertando sobre las últimas palabras de Cristo en la cruz. Detrás de ella, se habían colocado, un buen número de ramas imitando una arboleda; cuando el predicador decía: “todo está consumado”, estallaban tacos de pólvora reproduciendo el sonido de truenos, las ramas se mecían y las luces del templo, el sacristán las apagaba y prendía intermitentemente, mostrando el dolor del mundo ante la partida del redentor. La feligresía sudorosa, entristecida y contrita se daba golpes de pecho mirando al cielo, pidiendo perdón.            


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