MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 28 de octubre de 2015

LOS CAMBIOS DEL TIEMPO


Virgen del Pilar en las calles de las Palmas

Echando una mirada retrospectiva sobre el tiempo azuzando los sentidos, encuentra cuan distinto era el devenir de lo cuotidiano. El verdor matizaba el entorno, dándole nacimiento al agua procreadora de vida, sobre la copa de los árboles, las aves anidaban en un festín de trinos frugales, que el oído humano degustaba dulcemente; las semillas reventaban en los arados de tierra fértil al amparo de manos callosas y clima bonachón que sabía de siembra y de cosecha. Los astros embellecedores de la tierra, sol y luna, salían a divagar aprovechando la claridad del firmamento, cumpliendo lo establecido, el sol calentaba, la luna enamoraba. 
El bautizo, era con agua y con ejemplo; el hogar estaba cimentado en normas que despejaban el camino para llegar hasta donde esperaban los derechos; la escuela era el paso al segundo cobijo y los maestros unos apóstoles paternales, continuadores de la majestuosa obra de la formación de criaturas colmadas de interrogantes, anhelos, picardías y galimatías. Al entrar al aula se topaban con el Cristo de manos abiertas y el compañerismo se sellaba unido al rezo. Al terminar la jornada estudiantil, se emprendía el regreso al refugio hogareño, en que la puerta la abría la madre con una sonrisa y un sinfín de preguntas, invitaba a la mesa en que un chocolate humeante acompañado de bizchos y quesito, recuperaban las fuerzas perdidas.

No importa quién me vea

A la serenidad de ese entonces, le fueron apareciendo lápidas pustulosas que degradaron el ambiente. La mujer, signo de ternura, se lanzó a la igualdad, faltándole poco para orinar parada, la imperturbabilidad del hogar empezó la cojera y los resultados han sido funestos; a los niños futuros de la humanidad, al nacer, se les llenó de derechos, incitándolos a la rebeldía desde los balbuceos. En un rincón olvidado, yace la chancleta enderezadora de la desobediencia y forjadora de personas para construir un mundo mejor.      

miércoles, 21 de octubre de 2015

EVOCACIÓN


Documento de posesión del tranvía de mi padre.

La antigua ciudad de la “Tacita de plata” (Medellín), conservaba la pasividad de aldeana por la década de 1920; el añorado padre, había abandonado las alpargatas aún untadas de mortiños y con olor a rastrojo, para calzar las botas ciudadanas. El tranvía rodaba por los rieles de un lado a otro, con la imponencia y altivez de un ser superior. Sobre ese vehículo extraño, se parapetó el cuerpo del campesino de antaño, que había recibido la bendición de la administración, para ser su conductor, a ello lo llevó su educación, el postín y la honorabilidad.
La carrilera se extendía uniendo barrios y acercando el centro; el campesino de ayer, era el orgulloso motorista que le daba vida al moderno trasporte al que el aire y la luz, acompañaban en el recorrido. Dos niños hijos de aquel movilizador de esperanzas y elegancias, lo esperaban a la vera con el corazón henchido de emoción, para que les diera una “palomita” (vuelta), ya fuera de subida o bajada del empinado barrio, en que estaba anclado el venerable hogar en que anidaban, presumiendo a los amiguitos de ser los retoños, del elegante conductor ya fuera del coche rojo o el canario, como se denominaba al del color amarillo. Fueron tiempos exquisitos de un pasado memorable, difícil de olvidar, en que la gente de la ciudad no sufría de angustia y morían llenos de dignidad.

Patente de motorista para manejar el tranvía.

Un mal día, las calles se silenciaron. No se escucharon más, el ruido de las ruedas aferradas al riel serpenteante, la campana avisadora apagó la sonoridad, el corazón de las gentes extrañaban nostálgicas el saludo de aquel motorista, que los invitaba a subir lleno de cortesía; los niños, no volvieron a llenar los bolsillos de tapas de gaseosas para ponerlas en los rieles y ser machacadas por el peso avasallador del vagón, las catenarias no ligaban ningún punto. Un amanecer los rieles no se veían, fueron sepultados por el asfalto, aquel bello trasporte se recostó sobre el olvido, al igual que los hijos del motorista llegado de la pasividad del campo.          



miércoles, 14 de octubre de 2015

LAS FINCAS


Historia de lo que ya no es.

La mirada se posaba sobre las laderas de la empinada montañas, extasiándose sobre la blancura de la habitación del campesino, allí, dónde reposaban los ancestros, cobijados en la ruana, la hidalguía y la belleza pulcra y fiel de sus hembras. Un remanso de paz aferrado a la tierra, paisaje y laboriosidad. No tenían contacto con la superficialidad, las arandelas siniestras de la lascivia, eran seres creados para vivir al natural; los sueños y las oraciones, se marchaban al alba unidos en el humo encasillado en la chimenea cuando en espirales, salía a buscar la inmensidad. Por las alcobas rondaban los espíritus del bien atados por hilos invisibles de humildad y señorío, que salían al crespúsculo al corredor enchambranado, a ver morir el día bajo la luz mortecina de un candil, el revoletear de las luciérnagas y los aires melancólicos del tiple viejo, ejecutado por las manos callosas del patriarca, que a sus acordes, extraía con nostalgia, el valor impecable de su raza.
Fueron apareciendo los giros violentos del entorno, con ellos, la degradación, la ignominia y a la par los proxenetas disfrazados de altruistas vendedores de turismo ecológico, que despojaron del espléndido lugar decorado de orquídeas, azaleas, bifloras, que crecían al amparo de frondosos siete cueros y arrayanes las sanas costumbres, el carriel con sus bolsillos secretos en que se guardaban la honorabilidad de toda una estirpe.

Monumento de la raza antioqueña.

La paz conventual que rondaba por el caserón, forjado con la argamasa de ternura, amor y barro pisado, se despidió con llanto; apareció el bullicio, el sexo insaciable; se descolgó el cristo de la pared, el carriel de nutria, la ruana, los cuadros de los ancestros, para darle cabida a las bacanales; la orgía ignora que aquel lugar fue templo de virtud, mansedumbre, castidad y refugio de la familia forjadora de grandeza. Ya las aves no anidan en la copa del frondoso árbol, para que los pichones, no se contaminen de corrupción, el bambuco canta sus nostalgias a la vera del camino en desbandada buscando refugio, los insignes antiguos moradores huyen a habitar cloacas en la ciudad a ver morir su hidalguía.      
            

miércoles, 7 de octubre de 2015

NOSTALGIAS


Al amparo de la naturaleza

Al hacer un balance del ya largo recorrido de la vida, con cabeza fría, se encuentra con la sorpresa de que son mucho más, los buenos intervalos acaecidos, que los oscuros tenidos que soportar. Pero es una bárbara costumbre, que en la memoria, se instalen a sus anchas las angustias; las sacamos a cada instante a desempolvar, crueldad que nos apropiamos para azotar el sosiego, la tranquilidad y la paz. En las escapadas por el túnel del tiempo, es bueno aterrizar la nave sobre los instantes apacibles disfrutados y descender las escalinatas una a una, desprovisto de temores, para que el disfrute no sea empañado por aflicción perturbadora, que conturbe la estadía quimérica sobre el pasado vivido. Al echar la mirada anhelante, se podrá ir viendo con claridad los retozos de Mirto el perro obediente, comprensivo y compañero de travesuras; se podrán ver caer los frutos desde la copa de los árboles, en las tardes de arreboles y escuchar los gritos de los dueños del predio, instigando al desalojo, se sentirá el jadeo de los imberbes tras la huida; se volverá a escuchar en el paseo recordatorio la voz pausada llena de alegorías de don Jesús Tapias, el maestro insigne, que dejó la huella de la honorabilidad tatuada en el alma. 
Se encuentran en el delicioso recorrido, voces amigas que salen al paso a darte la bienvenida, pronunciando palabras cariñosas, mostrando que no te han olvidado.


Armado hasta los dientes

Sabes que no puedes retornar, sin antes de rastrear las huellas dejadas en el hogar que te brindó cobijo. Al abrir el portón, un aire fresco que se quedó dormitando sobre el mullido espacio, invita a seguir. El jardín cultivado por las manos amorosas del patriarca, aún despiden fragancia y alguna que otra lagartija retoza sobre las flores; se siente el aroma del café proveniente de la cocina que unas manos tiernas, te darán de beber, añadiendo un te quiero. Quieres suspender el tiempo, permanecer allí por siempre. El histórico reloj colgado en la pared ha dado la última campanada sonora. Debes regresar.