MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

miércoles, 20 de julio de 2016

CAMBIOS


Comiendo de mano ajena

Eso de estar cumpliendo años, tiene sus bemoles. Cuando se está joven, se es, libre pensador. Se siguen las ideas de Marx de Engels y tantos otros quienes aspiraban una sociedad sin clases; se leía con avidez escritores que reprochaban el amor de la mujer, tal es el caso de uno de los nuestros: Vargas Vila. En el despertar de esa época difícil y contradictoria de la pubertad, se cometen todos los desafueros eróticos; las leyes son un estorbo y hay que violentarla comenzando por las normas del hogar. Se ve al policía como el principal enemigo y al maestro, como la oprobiosa continuidad del “yugo” de los padres. Por instantes, se reprocha el advenimiento a la vida. Pero como todo está hecho para cambiar o mudar de aires, se traslada a la etapa en que se piensa antes de actuar, esa que nos salva del embrollo en que estábamos metidos. La madurez.
Cuando ya antes de acometer una acción, se analiza los resultados que pueda tener, es que hemos llegado a la edad de la sensatez; no se llega allí, así como así. Es después de cometer todos los errores cotidianos de la hipócrita humanidad y algunos inventados, que creemos, nos harán célebres. Muchos pasan raspando, otros, se quedan; unos logran pasar pero arrastrando con ellos partículas de los deslices y los hay con buen juicio, que son los triunfadores en la nueva etapa al tomarla con cordura, que al decir verdad, son tan pocos que se pierden entre la nube de frustrados, egoístas y criminales. En este ciclo de la vida, en que aún no se es viejo, pero también se está lejos de la juventud, es cuando florecen actividades que sobresalen, por el temor de llegar al periodo inevitable de la decrepitud, con las manos vacías, hecho, que hará de ese instante, más cruel y solitario. Encontramos la pareja cifrando en ella, el cayado en que apoyar de vicisitudes del transcurrir de los días y ser la matriz del principio de nuevas vidas. El período sigue adelante…con esa velocidad de luz. Se vislumbra con temor (inaceptable), que la vejez está tocando las puertas.
Se palpa la llegada, cuando el recuerdo del pasado se ensancha, el presente se acorta y el futuro no cuenta.
La vejez es una etapa hermosa de la vida. Durante el largo recorrido de la existencia muchos amaneceres se han visto despuntar auroras detrás del horizonte, allá en el límite visual; unos que calientan con la presencia del sol y aquellos grises y nostálgicos. Aunque la parte vital disminuye, se fortalece el corazón para darle cabida a la floración de la amistad, la reconciliación, perdón e indiferencia. Se vislumbra en la lejanía del infinito, una luz radiante que ilumina todo el ser, que al abrazarlo, se convierte en amor, alejándolo de lo material a lo espiritual en que el sexo no hace parte de la plenitud de la ternura. Al rincón longevo, entra como bálsamo la paz que reconcilia y mitiga los excesos de algún ayer borrascoso.  
No por mucho madrugar, amanece más temprano. 
  

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