MÚSICA COLOMBIANA

ASÍ ESTAREMOS HOY.

domingo, 5 de noviembre de 2017

EN MEMORIA


MIL HISTORIA

EN LA MEMORIA
No hay poder humano que pueda detener el pensamiento. Se atraviesa el recuerdo inmisericordemente, sin importarle la afectación que causa con sus llegadas inoportunas y a las horas menos adecuadas. Se vuelve un flagelo para quienes, el transcurrir del tiempo, hace alejarse de la realidad, de esa, que aunque se vive no se comparte. Llega igual que un haz de rayos luminosos, que se propagan en el sentimiento creando imágenes algunas nítidas y otras, opacadas por el transitar del espacio que existe entre la rotación de las épocas. En un abrir y cerrar de los ojos, se encuentra divagando por los senderos del ayer; se escucha claramente el torrente de aguas al pasar por entre matojos y se observa el aletear de la mariposa al posarse sobre la roca verdosa por el lapso de antigüedad; el trino de ave policromo, se enclava por los oídos, tocando dulcemente el alma con los acordes de sinfonía celestial. Se escucha el ladrido de los perros, traídos por el viento desde la cima de la montaña, cuando van tras la presa o en la noble labor, de vigilar la paz de los amos.
La añoranza, revive esa infancia en la que a Copacabana, llegaban con altavoces carros publicitarios de dentífricos, jabones y artilugios de la efímera belleza. Los niños corríamos igual que gacelas detrás de ellos. Allí venía el cine al aire libre ¡Dicha inmaculada!
Llegaba la hora en que, desde la montaña, bajaba la sombra de la noche. Proyector mirando con su ojo de cristal hacia la pared de la Casa Consistorial que se prestaba cómo telón. Gritos, aplausos y de pronto, un silencio sepulcral; había iniciado la película. Tarzán y Chita agarrados de bejucos, viajaban con rapidez por entre la selva, para evitar que intrusos malvados asentaran los pies en la tranquilidad de la espesura. La alegría de la chiquillería se convertía en nostalgia cuando salía el malévolo letrero: fin…



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